Buenas noches. Mi matrimonio de 10 años está llegando a su final porque hace casi cuatro años me dí cuenta que mi esposo ve pornografía, le encanta mirar chicas, colegialas masturbandose y las poses de ellas siendo penetradas. Yo trabajaba en la madrugada y me parecia extraño casi al medio día encontrar las cortinas cerradas, él trabaja independiente y puede demorarse en salir. Me sentí tan triste y consideré que para él no soy lo suficientemente atractiva y sexi para satisfacer sus fantasías a pesar de que muchas personas dicen que soy muy bonita. Convense con él y decidí abrir un poco mi mente y llegar a un acuerdo de escuchar con calma cuando él sintiera la necesidad de mirar esas páginas para ver los dos y que existiera complicidad y confianza, invertí dinero en algunas ayudas sexuales pero nada es suficiente. Ha pasado el tiempo y a veces me doy cuenta que para ponerse como loco en la intimidad necesita siempre la pornografía y abriendo ventanas se nos va el tiempo y nos desplazamos el uno al otro. Sé que en ocasiones mientras él atiende algún cliente por más dolor de cabeza o malestar que tenga siente la necesidad de entrar al baño y mirar videos para masturbarse. Alguna vez dijo que mientras ningún conocido me viera, si me hacia felíz podía tener un amante, desde entonces tengo tan roto el corazón que lo único que me ha detenido en mi hogar es mi dedicación a mi hijo de seis años y su inmenso amor por su padre. He pensado en cambiarme de ciudad pero tampoco considero justo dejarle mi casa y todo por lo que he aguantado tanta soledad, aunque sé que solo son cosas materiales. Estoy convencida de que no valgo lo suficiente para él porque no deja ese hábito aunque me ha visto llorar por eso, quiero que solo me mire a mi. Eso ya me está afectando mi autoestima porque me compararme con esas chicas mas jóvenes y con cuerpos esculturales. Anoche tenía tanta frustración, rabia, tristeza que mientras hablaba, él pretendía dormir y no me controlé... lo golpeé, le dije que lo odiaba por no ser honesto y darme la opción de elegir si formaba un hogar con una persona así o no, le dijé que lo maldecía por hacerme tanto mal.
