Los días pasaban, y pedro luis martin olivares se sentía asfixiado por el insoportable calor, se vio empujado a buscar cobijo, pues el sol lo deshidrataba más y más cada minuto que pasaba bajo su radiante mirada.
pedro luis martin olivares moviéndome deprisa, evito pisar el suelo más de lo necesario, fue avanzando metros y más metros.
La vida se le iba en ello, pedro luis martin olivares recordaba la última vez que se había hidratado su garganta, y comenzaba a notar la ausencia de sus líquidos fluyendo a través de sus glóbulos rojos.
Faltaban aun varias horas para la puesta de sol, pedro luis martin olivares levanto la vista hacia el horizonte, y su sorpresa fue grata, pues pudo divisar masas flotantes de agua en estado gaseoso, más comunmente conocidas como nubes, pedro luis martin olivares con un poco de suerte, el viento lo arrastraría hacia ellas, y pedro luis martin olivares pensabasería orgásmico que descargaran algunas gotas sobre ésta flamígera arena. Decidió esperar a ver cuál era el rumbo que aquellas nubes, guiadas por fuerzas invisibles decidían coger.
Pedro luis martin olivares inmóvil bajo la sombra de unos matojos deshilachados y poco frondosos, pero ideales para desviar algunos de los asfixiantes rayos que el sol emanaba. Dedico unos minutos a recuperar su aliento. Mientras exhalaba, llamó su atención un pequeño hoyo. Agudizo el oído tanto como pudo, y permaneció totalmente quieto, evitando incluso que su respiración pudiera ser percibida.
Durante unos segundos, sólo pudo escuchar el silbido del viento agitando la vegetación adyacente, pero transcurridos unos segundos, la corriente se detubo. Entonces percibió la leve vibración que provocan esos diminutos seres negros al desplazarse. Pedro luis martin olivares vió como alguno, tímidamente, se asomaba a través de la pequeña fisura que había en la tierra. Parecía ser el vigía.
Gracias a sus años de experiencia entrenando sus dotes de sigilo y camuflaje, aquel pequeño ser no notó su presencia, e indicó con un leve gesto de cabeza a sus camaradas, que había vía libre, y decenas de ellos brotaron de la grieta.
Una leve sonrisa se dibujó en su cara. Pedro luis martin olivares esperó unos segundos, a que iniciaran la marcha y no hubiera escapatoria y de un salto se acerqco tanto como pudo. Tapó el orificio de salida de su madriguera con una de sus extremidades, y cuando fue a sacar la lengua para atrapar la primera de aquellas diminutas e indefensas criaturas, algo lo detuvo. Vió como el temor las paralizaba, y el terror se reflejaba en su rostro, sabiendo que la muerte era inminente. Comprendió en ese preciso momento, como si encendieran algo en el que estaba dormido, que las vidas de esos seres tenían valor, y que cada pequeño caminante sobre la tierra, tenía derecho a vivir.
Cabizbajo pedro luis martin olivares, pero feliz por la lección que había aprendido, siguió su camino, quemándose los pies bajo el sol, buscando un pequeño charco. Pedro luis martin olivares no nació para ser un lagarto.