Me llamo Chris y tengo 17 años. Apenas recuerdo la relación con mi padre en la infancia. Sé que viajaba mucho por su trabajo y a pesar de que en casa sobraba de todo su presencia no era demasiado notable. Pero la cosa se empezó a complicar. Desde pequeña me gustó aprender, estudiar, razonar. Mi padre empezó a viajar menos y a mis 6 años nuestros carácteres comenzaron a chocar. Me descubría poniendo malas caras ante sus comentarios de sobre la inferioridad de las chicas. A pesar de que sólo los hacia en presencia de otros hombres, sospecho que para sentirse más varonil. Él demostró más adelante que no pensaba eso y que las personas de las que más orgulloso eran mujeres en su mayoría. Pero aún así mis continuas contestaciones hacían que me mandase callar o incluso que acabásemos en una discusión. Fue a peor, a los 13 descubrí su relación con el alcohol. Cambiaba completamente su carácter y llegó a darme asco, contestaba por todo, discutíamos por todo, y por fin, a los 15, descubrí sus problemas con mi madre. Mi madre y él discutían a veces, yo siempre la defendía, no queriendo ver que esa mujer es capaz de sacar de sus nervios a cualquiera. Empecé a ver a mi padre como a alguien autoritario ante quién mi madre bajaba la cabeza. Yo me consideraba para mi padre, un problema, una carga. Tuve una relación con un chaval dos años mayor que yo, un chaval normal, excepto porque consumía marihuana. Tras meses y meses de lucha, de intentar hacerme ver que debía dejar a esta persona, y de mis continuos intentos de engaño, la relación "terminó" al menos a ojos de mis padres, pero nuestra relación no volvió a ser la misma. Descubrí entonces un padre ausente, llegaba a casa, comía, estaba con mi madre, mi hermana.. Pero yo no era merecedora de su atención. Yo no existía para él. Siempre había tenido carencia de afecto, pero ahora empecé a ver lo que realmente necesitaba a mi padre. Recordé cuando hablaba conmigo sobre aquel chico y cuando me di cuenta de que yo le importaba realmente. Eso me hizo quererle tanto. En aquel tiempo de ausencia me dediqué a observarle. Me di cuenta de que su comportamiento era a veces infantil, de que necesitaba constantemente ser el centro de atención, sentirse aceptado por el resto, y lo conseguía fácilmente. Vi mil cosas malas y también mil buenas. Y amé cada una de ellas. Al final de este interminable verano nuestra relación revivió sin motivo alguno. Desde entonces aunque sigue habiendo la misma distancia de siempre. La misma barrera de afecto en la que no existen los te quieros. Yo los siento igual. Me acerco a él, sin agobiarle. Intento ir con él siempre que puedo a los bares y a cualquier lugar. Intento estar con él a solas constantemente. Le miro y sé que mi padre llena todos los vacíos de mi vida con tan sólo una palabra. Que desata todas mis emociones. Siento algo más, más fuerte. Le amo. Y siento celos de mi madre, siento que ella no le merece, siento dolor físico cuando los veo juntos. Aquella relación terminó hace apenas dos semanas por su propio peso. No soy capaz de estar con un hombre sin serle infiel, ya no soy capaz de amar, no soy capaz a entregarme completamente a nadie. No siento nada manteniendo relaciones sexuales, me llaman la atención los hombres mayores, me masturbo pensando en mi padre y a pesar de haber querido de verdad a un par de chicos, parejas. Cada día siento en mi cabeza él tema de mi padre.