Tengo una duda con este texto. Me gustaría saber si podrías decirme la idea que se defiende.
Muchas gracias de antemano.
El siglo XXI dejará atrás la avidez por los objetos, la ansiedad por acumular otras pertenencias y la pasión por decorar el alrededor. Más bien, la ambición se fijará en amueblar nuestro interior para disfrutar mejor el contenido despejado de las afueras. Ya, ahora mismo, la publicidad de nuevos bienes no se fija en procurarnos aquellos signos materiales de status ni las conquistas sociales de antes. Los mejores y más eficaces anuncios son hoy aquellos que presentan a las mercancías como oportunas mediadoras de experiencias.
Entre los spots de automóviles que ahora se ven en la televisión quedan algunos torpes, de marcas francesas, que tratan todavía de asociar el coche con signos materializados de erotismo o de poder, pero la tendencia en auge es aquella de las firmas alemanas que ofrecen el artículo como un medio para sentir. El nuevo mercado tiende menos a estimular los afanes de emulación que a brindar una selecta oportunidad de sensaciones. La naturaleza de Internet, precisamente, se nutre de la misma idea.
No hay más productos que merezca la pena acaparar, pero sí merece la pena vivir más. Las marcas alemanas de coches han dejado de mostrar las prestaciones del motor e incluso las formas de la carrocería porque lo que importa no es tanto la configuración del artículo como nuestra potencial configuración gracias al uso. Poco a poco, lo que se ofrece y lo que se adquiere deja de ser, pues, esa acumulación de bultos en forma de electrodomésticos, coches, mobiliarios o ropas, para convertirse en una larga colección de emociones.
La economía industrial de la época se desmaterializa en la economía de los sentimientos. Nos sentiremos más o menos ricos adquiriendo algo no por los bienes que se posean, sino en proporción a los suministros de sensación que se reciban. O, en suma, por la calidad de los nuevos tragos de vida que se obtengan.
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