Hola!
Lo de mi suegra ya es de traca valenciana.
A ver. Os cuento. Se supone que va al psiquiatra porque tiene depresión. Ayer le contó al psiquiatra que se encontraba muy sola porque no le llamaban los hijos.
Hasta aquí, normal, ¿no?
Pues mi marido, le ha dicho que si se encuentra sola, que venga a casa. Pues no, dice que ella está en su casa. A todo esto yo tengo alergia a la naftalina, y ella alergia a orear la casa.
Si mi suegra fuera la abuelita Paz sería un chollo. Pero se parece más a Anibal Lecther o como se escriba.
He estado tres años tratando de acercarme a ella, invitándola a comer todos los domingos, tratando de que olvide todos sus rencores.
Mi suegra vive de las faenas que le han hecho. Un chollazo.
Aparte, aprovechaba las visitas a casa y la confianza que le dábamos para tomar nota de lo que le gusta y lo que no le gustaba.
Y claro, a la mínima, suelta todo el veneno que lleva dentro.
Tuvimos la de Dios es Cristo un buen día de Enero. Había estado ingresada de gravedad en el hospital, la habíamos cuidado, etc etc.
Hubo un incidente cuando la enfermera le dijo que se moviera, y yo le dije que efectivamente, tenía que moverse ¡gran pecado!
También le había acompañado a la endocrino, que le dijo que ejercicio y dieta, que está diabética y con sobrepeso.
Pues un día llamó a las nueve de la mañana para recordarnos que teníamos que ir por ella. En el coche se lo comentamos. Le dije que había estado toda la noche con dolor de cabeza y que no era necesario llamar.
Me llamó de todo menos bonita. Que si era una metepatas, que si tenía dominado a mi marido, que si era una soberbia....
Más tarde trató de envenenar a mi marido diciéndole que yo quería llevarme el dinero de ella, etc
Pretendió que yo le pidiera disculpas, que era lo que me faltaba a mi.
La situación duró hasta después de Pascua, cuando ella me pidió disculpas. Fue un logro.
Obviamente, las cosas no han vuelto a ser igual. Ya no viene a casa tanto, no le contamos apenas nada y simplemente, no nos fiamos de ella.
Y ahora nos viene con que se encuentra sola. No me extraña. No sale, y pretende que la montaña vaya a Mahoma.
Y todos los días, en cuanto oye a los perros, llama. Cosa absurda, porque si los perros ladran es cuando salen, y si salen, es porque nosotros los sacamos. Cosa lógica que mi amada suegra no entiende.
Total, que estamos hasta el gorro. Y mi cuñado, tres cuartos de lo mismo. Pero mi cuñado vive a kilómetros y nosotros, a cincuenta metros.
Sé que esto no tiene solución, pero el escribir me relaja