De pequeña era muy sentida, todo me afectaba el doble y siempre procuraba no hacer sentir mal a nadie. Cuando hacía o decía algo que hería a alguien sin querer, me sentía muy mal. Era muy tímida.
Mi madre lo era todo para mí, la llamaba 4 o 5 veces al día al trabajo, no quería perderme ni un segundo de ella. Tampoco podía soportar que se enfadara conmigo, cuando lo hacía no me hablaba y me sentía desesperada.
Mi padre me ha tratado siempre de una manera excepcional, me ha querido demasiado desde siempre creo yo. Todos lo queremos. Es muy buena persona y sentimental. Todas las noches me contaba cuentos. Él pensaba que trayéndome regalos lo iba a querer más y siempre me traía cosas increíbles. Eso es algo que me marcó y me duele mucho hasta a día de hoy. Con cada regalo que me traía me entraba mucha angustia y ganas de llorar y parecía que no me gustasen los regalos, lo hacía porque pensaba que así lo querría más. Él no me interpretaba bien y sentía que le rechazaba e incluso a los regalos. Me entristecía muchísimo, sentía que le estaba haciendo el mayor daño de su vida y que no me merecía todas aquellas cosas que me traía.
Ellos pensaban que no lo quería. No era así y cuando me lo decía mi madre yo no sabía reaccionar y simplemente ponía mala cara (pensando: esto no es así). El por qué era reticente con él no lo sé, quizás simplemente lo veía un hombre y me daba vergüenza, no lo sé. Me sentía muy bloqueada con él y me causaba un grandísimo sentimiento de culpa porque yo veía todos sus esfuerzos para acercarse a mí.
Mi madre me decía cosas como:
-Tu padre tiene depresión porque no lo quieres y está enganchado a las pastillas (ansiolíticos).
-El papá no para de traerte regalos para ver si así lo quieres y ni aun así.
Y esas frases se me grabaron en la memoria.
De tanto bombo que le daban al asunto, a mí me creaban más malestar y en lugar de darle normalidad al tema, hicieron todo lo contrario. Yo era muy pequeña y no sabía cómo manejar esa situación, me confundían y sentía una especie de soledad, culpa e incomprensión por parte de todos. Crecí pensando que era una malísima persona por hacer ese daño a mi padre que me adoraba y se esforzaba tanto por mí.
Nunca fui feliz porque siempre viví con esa tristeza, siempre fui una niña melancólica desde que tuve uso de razón. Lloraba todos los días de pena.
Cansada y machacada por todo aquello, me enfadé muchísimo, con el mundo en general, me aislé y pasé de los dos. Tanto machacaban con el tema que, muy muy enfadada, decidí no hacerle caso ni a uno ni a otro, así no se sentirían discriminados. Ya sé que fue una decisión salomónica e infantil, pero me limito a contar los hechos. Dejé de sentarme en la mesa con ellos para comer y cenar, me encerré durante años en mi habitación. El enfado se difuminó con el tiempo pero no pude retomar la relación.
Alguna vez saqué el tema con ellos por alguna discusión que hemos tenido. Cansada de quedar como la mala de la película se lo expliqué como pude entre lágrimas, que ellos no tienen culpa, que sé que no harían nada en contra mía, sino todo lo contrario, pero que sucedió así y me afectó muchísimo y desencadenó en mí aquella reacción. No lo entienden. Ellos no se creen que eso me haya afectado y que sea el porqué de todo, la cara que hicieron me hizo pensar que ellos pensaban que lo decía para hacerme la víctima.
Lo daría todo por empezar de nuevo. Mis padres son lo más importante de mi vida y me sobrepasa esta tristeza, no sé cómo la soporto. Ojalá los hubiera hecho felices y no desgraciados, pero no pude o no supe manejarlo (era una niña).
Si pudiera volver a empezar, viviría abrazada a mi padre, al igual que a mi madre. Sacaría de donde fuera la madurez que ellos no tuvieron en su momento y no permitiría esta situación que, a mi entender, nos destrozó la vida a los 3.
