¿Cómo te atreves? Me prometiste tantas cosas… tantas. Todas las veces que me pediste que nunca te dejara, te dije la verdad: no lo haría mientras tú tampoco. Me dijiste que también querías una vida conmigo, me la prometiste. ¿Y ahora? Todas las ideas a las que ya me había hecho, todos los momentos que me había imaginado… no se esfuman de repente. Se quedan en las laterales de mi pensamiento, esperando a que me desocupe y puedan llegar a atormentarme, una y otra y otra vez. No me dejas en paz. Contigo estaba en paz. Últimamente, has invadido mi mente de la manera más agresiva. No puedo llegar a mi casa sin ver el lugar donde creías esconderte cuando me pediste ser tu novia, con las flores, la cartulina y Bonifacio. Ya no tengo ninguno de ellos. Ya no veo mi sala, veo el sillón donde nos quedamos dormidos cuando cumplí diecisiete, donde pasamos tantos maratones. Donde una vez estaba llorando y recibiste una llamada de Yoatzi, que también estaba teniendo una crisis y te fuiste. No veo mi comedor, veo la mesa donde llegábamos a hacer tarea; donde, cuando regresé del intercambio, nos besamos una eternidad de minutos. Ya no veo el cuarto de mis hermanas, veo la cama donde estuvimos tantas veces acostados, donde me pusiste tantas veces en cuatro, donde no podía evitar gritar, donde después me quedaba con mi oreja contra tu pecho y escuchaba el latido de tu corazón. Ya no veo mi baño, veo el espejo frente al cual te maquillé y te besé; veo la regadera bajo la cual nos bañamos. Tampoco veo el bloque de las C’s, veo el lugar exacto donde admití por primera vez que te amaba. Ya no veo el learning, veo los sillones donde llegábamos del Transportec a dormir. Ya no veo un March gris, veo el carro en el que puse música para ponerte feliz y expresarte mis sentimientos. Ya no veo mi celular, veo la galería donde hacen falta tus fotos, la pantalla donde ya no están tus mensajes.
¿En qué momento dejaste de sentir lo mismo que yo? ¿Por qué? ¿Te aburriste? ¿Decidiste que no valía la pena? Intento convencerme que no, pero yo habría luchado contra todo para estar contigo. Pero decirme que estás cansado... va más allá de lo que puedo hacer. No puedo cambiar la manera en la que piensas. No puedo convencerte de que me quieras. Pero tampoco esperaba que estuvieras bien. No esperaba que después de un año y medio, mi ausencia te hiciera feliz. La tuya me vuelve miserable. Cada vez que creo no tener más energía o lágrimas para llorar, llega la ola de recuerdos y sueños destrozados. Aún me debes una noche a solas. Me debes mis canciones. Me debes el departamento en la Condesa y acabar el póster de películas.
Ni siquiera recuerdo el último beso que nos dimos. Vi tus ojos en mis labios cuando nos despedimos el martes que me cortaste. Cómo me gustaría que me hubieras engañado, para odiarte, no sufrir por ti y saber que estoy mejor en tu ausencia. Pero no me la creo. Ayúdame a creer.
Tienes 11 días. Después, se habrán borrado las fotos de mi papelera. ¿Tú todavía tendrás el marco que te regalé? ¿El R2-D2? ¿Has cuidado de mi copia de Le petit prince? ¿Has podido dormir bien? ¿Has soñado conmigo? ¿Has soñado que me dices que te equivocaste? Porque yo sí. Ojalá no hubiera despertado.
HÁBLAME. VEN Y ABRÁZAME. Déjame sentir tu barba y acariciar los vellos de tu pecho. Déjame pasar mis dedos por tu cabello. Déjame amarte y que nunca haya una última vez.
