Tengo la típica amiga-conocida con la que me veo de vez en cuando para charlar y tomar un café. En un principio la conocí vía otras amigas, hace años, cuando solíamos ir a la discoteca cada sábado.
Con el paso del tiempo me di cuenta de que con ella no se podía intimar. Su actitud era la de alguien que se mueve por intereses que nada tienen que ver con la amistad. Sus preguntas (más que preguntas, su interrogatorio) parecían partir desde la óptica de un fiscal, más que de una amiga. No le mueve saber cómo estás en realidad. Es capaz de entrar en tus cuestiones íntimas y manosear los datos hasta darse por satisfecha con la información cosechada dejándote con una sensación de pisoteo de tus rincones más privados.
Como no vivimos en la misma ciudad la solución era fácil: contacto cero. Yo no le llamaba jamás y procuraba darle esquinazo de manera implacable. Pero la implacable era ella. No se daba por aludida. Cuando venía a mi ciudad (en donde tiene familia), si yo no contestaba al teléfono era capaz de venir a mi casa, si hacía falta. Es invasiva y le importa un pimiento si a ti te va bien o no quedar. ¡Si hace tiempo que no te ha visto tiene que saber todos los datos te tus últimas andanzas y pasará por encima de lo que sea para encontrarte! Su modus operandis es rebuscar en tu intimidad, inspeccionar tu atuendo, saber dónde, cuándo y cuánto te costó ese anillo o pulsera o falda y quien te realizó el último corte de pelo. A la siguiente vez que la ves es posible que aparezca con un anillo idéntico y que haya imitado las ondas en el pelo que conseguí a base de paciencia y con el producto determinado, el cual se las habrá arreglado para encontrar. Insufrible.
Con el tiempo se mudó a otra ciudad aún más lejana y eso ayudó. Logré distanciarme y no la vi durante un par de años.
Pero siguió volviendo a visitar a su familia y volvió a engancharme alguna vez. Para entonces ella había tenido un niño. La encontré más dulcificada. Si antes me parecía egoísta y ordinaria ahora me producía una sensación más cálida y próxima.
Mientras tanto mi vida profesional cambió. Conseguí la licencia con una franquicia en el sector servicios desde hace un par de años. Adivinad: ella llamó a la central, se informó (a mis espaldas, porque siempre lo hace así), y finalmente está a punto de hacer la inversión para el mismo negocio, en la misma cadena que yo, pero en su ciudad, por supuesto. Sé que no tengo que trabajar con ella, ni verla a diario ni verla más, definitivamente, si no quiero. Pero me da un palo terrible tenérmela que encontrar en las reuniones de franquiciados, aguantar sus futuras llamadas con cuestiones sobre el negocio. Una cosa era pasar con ella media hora una vez al año por cortesía y otra que se inmiscuya en mi contexto profesional. Tengo un gran malestar por este tema. Gracias por vuestros puntos de vista.
