Hola, tengo 13 años y desde los 12 vivo entre las sombras de la depresión... Siempre he sido una niña reflexiva y seria pero también una persona ingenua y feliz, que se dejaba llevar por su corazón...
Una tarde de verano, aburrida, empecé a indagar entre mis razonamientos, cada descubrimiento llevaba a otro nuevo... y cada uno de ellos era más doloroso que el anterior. Así, mi fé por Dios desapareció, al igual que la ilusión por la vida, los amigos e incluso la familia. Todos mis sueños se hicieron trizas y mi alma, lo que tanto aprecio le tenía en antaño, dejó de existir para mí.
Desde entonces me convertí en una mera espectadora de lo que pasaba a mi alrededor. Pude observar cómo mis amigas, la mayoría conocidas desde los 3 años, iban cambiando y pude sentir el dolor de que te abandonaran en la época más oscura de tu vida, ajenas a lo que de verdad me pasaba...
Mi cuerpo, desde siempre enfermizo, empezó a resentir mi abandono mental. Mi salud era débil, casi no comía ni dormía y mi piel bronceada se tornó de un amarillo enfermizo... Nadie se dio cuenta jamás, creían que era por el clima o el cambio por la edad...
Cada vez que me quedaba sola, lloraba, me insultaba e incluso me auto-hería... Intenté suicidarme en varias ocasiones, pero lo que más dolía no era tener que vivir aquella vida miserable, sino que cada vez que acercaba el viejo abrecartas de mi padre hacia mis muñecas, veía a mi madre, mi padre, mi hermano... mis familiares más cercanos lloraban la ausencia de la más pequeña de la familia, aquella niñita que dulce y cariñosa que siempre se tiraba a sus brazos... No soy tonta, sé que el mayor dolor de un padre es ver morir a su hijo...
Cada vez que pasaba un coche por mi lado, debía resistir el impulso de lanzarme contra el, o cuando me dejaban sola en un balcón, a no tirarme... Ese era mi calvario de cada día y aún así debía lidiar con los problemas de una estudiante que acaba de pasar al instituto, tuve que esforzarme más por seguir sacando sobresalientes y de que así mis padres no se decepcionaran...
Al cabo de unos 10 meses, me acostumbré a vivir en una soledad rodeada de gente y empecé a forjar una máscara, era una coraza construida con los restos de lo que una vez fui, creé una doble personalidad infantil, espontánea y capaz de hacer reír a mis amigas... Aquello producía en mi pecho un vacío más latente pero los que me rodeaban se veían más felices con mi cambio así que seguí con mis sonrisas falsas y mi carácter fingido... Aunque doliera más, era mejor para todos...
Ustedes seréis las primeras en saber mi historia y os cuento esto porque dentro de poco hará dos años de que vivo bajo esta tortura psicológica y, al fin y al cabo, sólo soy una niña... Mientras vosotras leáis mi vida bajo este nombre falso yo seguiré viviendo entre una alegría dolorosamente falsa...