Tengo ganas de correr, de correr sin mirar atrás, de saltar, de desaparecer, ganas de diluirme, de difuminarme en la más pura de las brisas, de mezclarme con ella; de ascender al olvido. Ya ni las lágrimas lloran por esta vida, pues esta carece ahora de sentido, de ilusión y de esperanza.
Deambulo por un cementerio de sueños muertos, asesinados por un soñador torturado, esclavizado ante su propio corazón. Impotente espectador soy, del fugaz derrumbe de mi ser, del apocalipsis. Palabras que queman, que emanan de lo más profundo de mi alma, corrompida y mutilada por el deseo idealizado de un caprichoso corazón, tirano irracional que se traiciono a sí mismo precipitándose ciegamente al abismo para encontrarse cara a cara ante la más genuina y verdadera soledad.
Pues un simple mero cacho de carne ya soy, aprisionado, anclado y atado a la vegetal vida que, una vez fui capaz de llamar hogar.
Un muerto viviente.