En el periodo de tiempo comprendido entre Noviembre y Diciembre de 2019, mi marido y compañero de vida Manuel, estuvo ingresado en la planta 14 del hospital mutua de Tarrasa, en una unidad de subagudos de psiquiatría, eran pocos pacientes, una planta de cuidados, de mimos, en la que los pacientes se podían sentir acompañados en todo momento por parte del personal sanitario, no recuerdo cuantas habitaciones habían, pero eran pocas, un pasillo corto, un mostrador, y al lado un comedor con 4 mesas y sillas para comer, y unos sillones acolchados de color negro delante de una tele en la que se podían desconectar por ratitos durante la tarde y parte de la noche después de cenar, dos despachos para los psiquiatras, y una sala con sillas y un ordenador.Yo, Marta, de 31 años, igual que Manuel, mi marido, con un hijo con autismo y problemas de conducta considerables, apoyé a mi marido en todo momento, le traía ropa limpia, previamente doblada dentro de unas bolsas grandes, botellas de agua para que las tuviera en la habitación, chicles de fresa que eran los que le gustaban, cada varios días le pedía que me diera la ropa que tenia sucia y me la llevaba a mi domicilio para lavar, me gustaba que se sintiera cuidado, que sintiera que, a pesar de estar allí metido, a pesar de tener su libertad considerablemente reducida, yo estaba allí para cualquier cosa que precisara, tanto a nivel material como a nivel afectivo emocional, salía de dentro de mi hacerlo, apoyarlo. Cada mañana cuando me despertaba, el era el primer pensamiento que tenía, llevaba a mi hijo al colegio de educación especial al que asiste, luego me iba a trabajar, cuando salía a las 3 de la tarde, me iba hacia el hospital mutua de Tarrasa para estar un ratito con el en la franja comprendida entre las 16 h y las 16:45 ya que a las 17 h era la hora de salida del colegio de nuestro hijo y yo debía estar allí. Así día tras día, en dos ocasiones mi hijo tuvo dos crisis de autismo a la salida del colegio, y tuve que llamar al teléfono de emergencias medicas para que viniera una ambulancia a atenderlo, y nos llevaron a urgencias, eso me generaba a mi un nivel de estrés bastante alto, aún así, yo tenía a mi marido en mente, y lograba atenderlos a los dos. Al principio del ingreso, por protocolo del centro sanitario, estuvo unos días sin salir a la calle, para evitar fugas o intentos autolíticos, yo iba cada tarde a verle para intentar aliviar ese sentimiento de frustración que sentía el de no poder salir, me pedía que hablara con el equipo medico para intentar que le dieran los permisos por las tardes, que consistían en dos salidas, una primera salida de 4 a 5 de la tarde, y otra salida de 6 a 8:15 de la tarde, en la primera salida iba yo sola, y que nuestro hijo estaba en el colegio, luego lo iba a recoger al colegio e iba a la segunda salida acompañada del niño, todavía recuerdo entrar por la puerta de cristal, avanzar hacia un ascensor bastante estrecho, entrar en él, y…..pulsar la tecla 14, la planta 14, al llegar, salía del ascensor, y me sentaba en una de las 3 sillas que había delante de la puerta de la unidad, nuestro hijo se mostraba contento porque iba a ver a su padre, cuando llegaba la hora, una de las enfermeras abría la puerta de la unidad e iban saliendo los pacientes uno detrás del otro, yo me levantaba de la silla con un sentimiento de alegría, ya que íbamos a pasar unos minutos en familia, salíamos del recinto y nos íbamos a merendar a un bar, a pasear, etc. En una de las salidas le compré una chaqueta a mi marido ya que hacía frio y no tenía anorak, recuerdo ese sentimiento de ilusión, por ver que podíamos tener momentos para nosotros, momentos en familia. Mi mayor deseo e ilusión era que Manuel saliera de la unidad y volviera a casa, ese deseo era lo que me hacía tirar adelante día a día. Después del día del alta, y ya en casa, me entero de que Manuel se estuvo enrollando con besos y caricias con una chica que también estaba ingresada en esa unidad, de nombre SARAY.
Yo recuerdo que cada vez que llamaba a mi marido a la unidad para hablar con el un ratito después de cenar, ella se ponía al teléfono y cuando preguntaba por él, me pasaba el teléfono con una risa bien sonora….pero no quise pensar mal, lo atribuí a que sería motivo de algún desequilibrio de la chica, después me cuadró todo, se estaba mofando de mí, como pensando “mira, te llama tu mujercita, que no sabe que la estás engañando”. Tiempo después, me entero a través de un paciente de esa unidad, de que el personal sanitario, las enfermeras les pillaron besándose en el cuarto del ordenador, aún así, ninguna enfermera no me explicó lo que estaba ocurriendo, ya que si me lo hubieran dicho, por mi parte le hubiera retirado todo mi apoyo, económico y emocional, y que se hubieran hecho cargo los servicios sociales del hospital, pero yo no iba a ser una marioneta a su uso. Se habían estado liando en varias estancias de la unidad, y yo sin saber absolutamente nada de lo que estaba haciendo y con la ilusión de que estábamos juntos y estábamos bien.
Recuerdo que él, los últimos días de su ingreso, cuando iba a verle por la tarde, me ponía como mala cara y me decía “no hace falta que vengas, para que vienes?”, pero yo lo atribuí a su estado psíquico a que pudiera estar un poco depresivo y no tuviera ganas de hablar con nadie.
Al enterarme de esto, el no mostró ningún signo de remordimientos ni de empatía, lo cual eso me generó más sentimiento de rabia, impotencia y un dolor muy profundo en mi interior, era un contraste casi imposible de asumir, el día y la noche. Todas las expectativas que tenía sobre mi situación vital, se habían derrumbado.
Pasé noches durmiendo muy poco dándole vueltas, se me redujo el hambre y durante todo el día me acompañaba un sentimiento agudo de tristeza y vacío.
