Mi opinión y mi experiencia
Hola:
Entré a este sitio buscando consuelo porque hace poco más de un mes mi esposa murió de cáncer y me siento mal.
Pero la verdad es que me he sentido indignado por la experiencia que relatan tanto abril como adictadolor.
Yo creo que no tenemos que sentirnos culpables por las decisiones incorrectas de nuestras parejas.
En el caso de ustedes, ellos ya les causaron mucho daño con el alcoholismo en un caso y con violencia en el otro, como para tener remordimientos ahora que ellos decidieron terminar con sus vidas.
Pienso en primer lugar que cada persona es responsable de sus actos y que ellos son los responsables, tanto de su alcoholismo como de sus agresiones, así como de su suicidio.
Todos nos equivocamos, pero una cosa es buscar soluciones o curas, y otra es decidir o sentir que no hay salida y matarse uno mismo.
En segundo lugar, en realidad ustedes son las víctimas de de esas situaciones y no deben permitir ahora que la familia o los amigos les echen a ustedes la culpa.
Seguramente ustedes se equivocaron, seguramente ustedes cometieron errores, pero no son responsables de las actitudes ni de las decisiones de ellos.
Necesitan sanar y recuperar sus vidas, no cedan a los chantajes emocionales; aléjense de las familias de sus parejas y de los amigos de ellos; tomen en sus manos su existencia y busquen rehacer sus vidas en paz y con amor.
La responsabilidad de ustedes ahora es reflexionar sobre lo ocurrido, corregir sus errores, superar esta situación, rehacer su vida y ver que su hijos salgan adelante y que crezcan en un ambiente diferente, sano
Sé que se sienten muy mal y que les duele mucho lo que ha pasado, pero para empezar quiéranse a ustedes mismas.
Sé que la situación económica está difícil, pero no son las primeras madres solteras que salen adelante.
Hemos sido educados para sentirnos culpables y pecadores, y la verdad es que eso sólo sirve para dañarnos y para mantenernos ocupados en trampas emocionales y pseudomorales, pero la vida está en otra parte.
Lo digo porque mi esposa y yo tuvimos una relación por 34 años, con altas y bajas, con encuentros y desencuentros, pero la amaba muchísimo y vivimos años maravillosos y de mucho amor.
Desgraciadamente sus sentimientos de culpa por experiencias sexuales y por dos abortos (uno de un bebé que no era mío), alimentados por las predicaciones de los pastores, la llevaron a volverse fanática de la religión y, aunque vivía con nosotros, nos abandonó a mí y a mis hijos y nos negó su atención, su cariño, su compañía.
En la casa colaboraba lo menos que podía, yo tuve que hacerme cargo de muchas cosas y resignarme a lo que ella quisiera hacer.
Cuando le decía que necesitaba de su cariño, su compañía, me decía que no tenía tiempo, que tenía que leer la biblia, orar o irse a la iglesia.
Yo le compraba ropa bonita, que a mí me gustaba y ella la regalaba; decía que ya estaba vieja, pero era guapísima.
Yo le rogaba llorando que me abrazara, que me diera cariño, pero tenía el corazón muy duro.
Cuando le daba mi opinión, me decía que sus pastor o que sus "hermanos" decían otra cosa y que eran ellos quienes tenía razón.
Estaba en la casa el menos tiempo que podía y con nuestros hijos era distante o hasta rechazaba a la más pequeña.
Hablé, imploré, lloré, me enojé y nada sirvió; hasta que me dí cuenta de que ella no iba a cambiar.
Era tanto mi dolor y soledad, que sentí que no podía vivir y empecé a alejarme de ella. a dejar de pensar en ella como pareja, a dejar de desearla, a dejar de buscarla, a dejar de compartir con ella lo que me pasaba.
Eso pasó hace como ocho o diez años; de ahí para acá he vivido emocionalmente solo, haciendo frente yo solo a todo, con una gran depresión y me he sentido sin estímulos para hacer cosas, inseguro, encerrado en mí mismo, llorando su perdida; era como si hubiera muerto o se hubiera ido con otro. Sólo mis hijas me daban ánimos para vivir
Lo peor es que hace unos meses le detectaron cáncer avanzado.
Yo estuve todo el tiempo a su lado, la cuidé, la atendí día y noche, gasté todo lo que tenía, recurrí a todo lo que pude... y se me murió en los brazos.
Dos veces me pidió perdón por haberme dejado solo.
Ahora me siento muy mal: la he perdido dos veces y añoro aquellos años en que me sentí totalmente unido a ella, cuando ella era toda mi vida.
Me acabo de aceptar que se haya ido, siento que anda en su iglesia o que está fuera de la casa y que de un momento a otro va a llegar y que voy a escuchar su voz.
Siento un gran temor de sentir, de aceptar que ya se fue; de aceptar que nuca jamás volveré a verla, a sentirla, a escuchar su risa, a sentir su piel.
Otras veces le hablo, le digo que la amaba, que deseo que esté donde ella quería estar y quisiera escucharla, sentir que está ahí, en algún lado. Y lo doloroso es que nadie responde.
Y a la vez me siento extraño cuando pienso en que en cierta forma ya no estaba conmigo, con nosotros.
Me duele mucho.
Gracias por su tiempo.
Antonio.
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