Muchas gracias
Gracias a todas por responder y darme ánimos. Lo cierto es que esto ya lo tengo más que hablado con mi pareja y a ella también le quema la situación. Pero al fin y al cabo, ella está acostumbrada a que su madre le diga cómo se tiene que peinar y qué vestidos ponerse, aunque luego no le haga ni caso. Yo nunca he vivido eso en mi familia. De hecho, mi madre murió muy joven, hace 13 años y de eso se vale la buena señora. Estoy seguro de que si mi madre estuviera viva hubieran acabado de los pelos.
Cuando mi mujer estaba a punto de salir de cuentas, ella se presentó para estar ser testigo del parto. Nosotros habíamos pensado no decir nada a nadie hasta que naciera el niño, queríamos vivirlo en la intimidad, pero ella lo fastidió. De hecho, cuando fuimos al hospital quería que yo me quedara fuera y ella entrar al paritorio. Por supuesto que por ahí no pasé, pero ya se quedó de morros la señora. Durante las 5 horas que duró el parto yo salía de vez en cuando a informarle de cómo iban las cosas pero ella acabó diciéndome que no saliera más porque le estaba dando mucha rabia que fuera yo el que estuviera dentro y no ella.
Después del parto, y tras 3 días de contracciones, los dos estábamos agotados, sin apenas dormir, así que no queríamos visitas.
Ella, por su cuenta, ya nos organizó la agenda. Pero ahí también dije que ese día no íbamos a recibir a nadie. Se mosqueó. Pero me dio igual.
La cosa no cambió al llegar a casa. Ella con el niño en brazos todo el día, invitando a sus familiares y yo cocinando para ellos. Vamos, una chacha en toda regla. Luego se marchó al pueblo toda orgullosa diciendo que había estado ayudando a su hija y tengo que aguantar que me digan que vaya suerte he tenido con ese pedazo de suegra.
Es de las que de cara a la galería es maravillosa y una bienqueda. Pretende convertirnos en una extensión suya y que visitemos a quien a ella le da la gana. Así ella no mueve su culo de casa.
La verdad es que, modestia aparte, yo soy muy limpio y ordenado. Pero ella es todo lo contrario. Vamos un guarra y me paso el día detrás de ella y hoy tampoco se ha duchado.
El otro día fue de risa. Vivimos en un pueblo de Madrid y nos tocó bajar al centro a llevar al niño al médico. Mi mujer estaba trabajando, así que lo llevé yo. Claro, con ella de paquete.
Es una mujer de pueblo de la España profunda que en Madrid se pierde toda. Pero aún así tenía que llevar ella el carro. Claro, cruzando semáforos en rojo y poniéndose en medio de todo.
Yo estaba negro, más que nada porque atropellaran a mi niño.
En la consulta, os podeis imaginar. La única que hablaba era ella y ella era la única que sabía los problemas del nene. En fin, un asco.